La vida en bits
Comentario al margen: así se llama (iba a llamar) mi libro. El libro del que tengo escritos 2 capítulos desde 2015.
A raíz de la Bonilista del día de hoy y releyendo mi entrada pre pandemia «El feudalismo digital es el futuro», hoy os traigo otra dosis de adivinación. Aunque tiene poco de adivinación y mucho de visión pragmática y sentido común.
La pandemia a puesto patas arriba muchas cosas. Algunas ya se venían torciendo, pero la velocidad con la que el bofetón del COVID ha venido, todavía no hemos podido ni verlo venir ni amortiguarlo.
Pero la realidad es que muchas de las cosas que ha cambiado no van a volver a ser como antes. No se si para bien o para mal. O mejor dicho, no se para quién será bueno o malo; pero es así. Y no tiene mucho sentido renegar de eso.
Entre las muchas cosas que ha cambiado, quizá donde más ha «arrasado» es en el ámbito del trabajo. Y en ese punto me quiero centrar.
Volver al pueblo:
Al igual que cuenta David Bonilla en su newsletter, las decisiones familiares y personales ya no son «workcentric». Ahora podremos definir nuestro proyecto de vida sin que la cercanía a nuestro centro de trabajo condicione todo lo demás. Incluidas las horas de sueño y ocio que tenemos disponibles.
Parecía una aberración que alguien tuviese que viajar una hora y media de ida y otras tantas de vuelta, sólo para estar físicamente en una oficina, pero esto era así hasta marzo.
Ahora toca el turno a instituciones, empresas y ciudades ponerse las pilas para hacer que esa decisión sea rápida y fácil. También como dice David, esto incluye: mejores colegios, excelentes conexiones de Internet, centros de salud cercanos, seguridad… En fin, los servicios básicos que cualquier sociedad moderna debería tener con y sin pandemia.
La muerte de las oficinas colmena:
¿Qué sentido tiene hoy juntar a 100, 200, 500 personas en un mismo centro de trabajo? Además de peligroso, hoy no tiene ningún sentido estratégico. No se qué será de los edificios enteros propiedad de una sola empresa, pero no me gustaría estar en los bolsillos de los inversores de la construcción de esas moles.
En lugar de eso, las oficinas quedarán para las personas que voluntariamente quieran ir a trabajar a ellas por diferentes motivos: concentración, falta de espacio, placer, etc.
Las reuniones de «team building» pasarán a otros espacios más «neutrales» como convenciones, acciones out door, etc.
Trabajo por objetivos y no por horas:
Tampoco debería haber sido nunca así, pero sabemos que esto es un lastre que todavía tienen un alto porcentaje de empresas. Valorar el trabajo de alguien simplemente por la cantidad de horas «que le echa» es un anacronismo difícil de entender de forma objetiva.
Por supuesto, cambiar esto implica aprender a trabajar por objetivos, por tareas, por sprints… Y antes de eso, mucho antes, implica otorgar al equipo, el orden y la confianza necesarios para tener un marco de trabajo autogestionado. Sin un jefe paseándose por detrás de las sillas con las manos detrás de la espalda.
Balance vida / trabajo:
Lo debería haber metido en el punto 1, porque implica lo mismo. La vuelta al pueblo, no tener que viajar tantas horas al trabajo, implica volver a tener tiempo para uno y para la familia.
Veremos el renacer de los hobbies, el deporte, o el dolce fan niente; pero en definitiva, volveremos a tener tiempo más allá de la rutina del trabajo.
Explosión de los servicios SaaS:
Si la tendencia ya era exponencial, a partir de la pandemia, el crecimiento de estas herramientas no sólo será crítico, sino inevitable y sin vuelta atrás. Todos nuestros elementos de trabajo deberán estar disponibles cuándo y dónde los necesitemos.
Desde el dísco duro de la oficina, hasta las herramientas de gestión de proyectos o de documentos deberá estar en la nube.
Ya se lo que me diréis: «esto ya hace tiempo que es así». Es así para nosotros los frikis dentro del sector IT, pero a partir de ahora, todas estas herramientas fluirán en todos los órdenes de trabajo (producción, servicios, educación, etc.)
¿Todo esto es bueno?
No. Para nada. No confundamos los conceptos. Por supuesto que todo esto tiene muchísimas ventajas, pero también tiene muchos inconvenientes:
- El trabajo se volverá asíncrono. No estaremos ahí al lado del escritorio de la persona que nos necesita. Tendremos que aprender a lidiar con «lo importante y lo urgente»
- Necesitaremos documentar muchísimo más todo lo que hacemos. No podremos explicar en voz alta porqué hacemos lo que hacemos, por lo que la persona que reciba una tarea delegada, deberá tener el contexto completo de lo que le llega
- El concepto «compañeros de trabajo» se debilitará irremediablemente. Las oficinas de recursos humanos tienen un trabajo ingente para tratar de amalgamar a entes dispersos
- La sensación de pertenencia a una empresa se verá afectada. Lo mismo que el punto anterior. Los responsables de marketing interno tienen que trabajar muy duro para que las personas no se aíslen en sus cuevas de teletrabajo
- El equilibrio vida/trabajo implicará saber cuándo desconectar. Tener cerca de tu cama tu centro de trabajo, hará difícil saber cuándo cortar. Aún más en épocas de trabajo intenso
- Estandarización de honorarios. Este es un tema complicado y donde no hay consenso. ¿Cómo debe pagar una empresa? ¿Por el salario medio de dónde está su sede central? ¿Por el salario medio de dónde vive el trabajador? Sin duda, es un tema interesante que merece un post individual
Como decía al principio, yo estoy convencido que todos estos cambios eran inevitables y que la pandemia lo único que hizo fue acelerarlos, pero esta aceleración implica el desajuste de muchos sectores que no son tan rápidos de reacción. Y esto, inevitablemente traerá problemas y tensiones. Esperemos que la mayor cantidad de gente se vea beneficiada por todos estos cambios y que las que no, pronto encuentren su nuevo lugar en esta «nueva normalidad».