El año pasado estuve tentado de hacerlo. Al final, noté que mi opinión podía ser malinterpretada y no lo hice.
Pero este año, con el nuevo anuncio de Campofrío no puedo dejar pasar la oportunidad de soltar algunas palabras, que aunque alineadas indirectamente, no están del todo relacionadas con los contenidos que suelo dejar libres por aquí.
Soy argentino. Y soy español. Nací en Argentina. Mi padre en Ribadumia, Pontevedra. Por tanto, por Ley de Ius Sanguinis, soy también español de pleno derecho.
Por diversas situaciones muy desagradables, a los 30 años, decidí que Argentina no era el país en el que quería criar a un posible (en ese momento) hijo.
Así es como con todo el ánimo y sin nada material más que un par de recuerdos en forma de fotos, me vine a vivir a España. Detrás quedaban dos licenciaturas, un master, un premio internacional por implementación tecnológica y unas cuantas cosas que no me servían absolutamente para nada en el país que accidentalmente me había visto nacer.
A la semana de llegar, estaba poniendo copas en un bar. De más está decir que nunca lo había hecho anteriormente. Jamás, en todos estos años me han hecho sentir ni menos ni diferente. En ningún lado.
Al contrario, desde el primer día, sentí el respeto que no sentí nunca en Argentina. Y no hablo solo del profesional, sino también el humano. Que en muchísimas oportunidades, es incluso más necesario que el profesional.
España está mal. No verlo sería de necios. Pero España está bien. Y no verlo también sería de necios. Ya se que mal de muchos es consuelo de tontos; pero cuando todo lo demás falta, que no falte el respeto más elemental que es el respeto a la persona; es fundamental para seguir viviendo en una sociedad civilizada.
No quiero entrar en comparaciones odiosas. Pero el simple hecho de que un coche se detenga cuando pisas un paso peatonal, te aseguro que es algo que deberías valorar. En toda Latinoamérica (con excepción de Uruguay) te pondrían en órbita.
Entiendo la rabia y la ira de no ver un futuro claro. He sentido ese sentimiento varias veces. Pero cuando ninguna cosa material importe, te darás cuenta de que cosas como la educación (en Argentina nadie sensato mandaría a un colegio público a su hijo), la sanidad y la seguridad ciudadana (aun se puede confiar en la policía en España) son cosas por las que si vale la pena sentirse orgullosos.
Ningún país es perfecto. Yo he vivido ya en 3. Y te aseguro que España es por muchos motivos el mejor de ellos con diferencia.
¿País de pandereta? País de pandereta es en el que mandas a tu hijo al colegio y te lo devuelven cocido a balazos. País de pandereta es en el que le pegan aún con la regla cuando hace mal una suma. País de pandereta es en el que no te dejan hacer con tu dinero lo que te de la gana…
No intento convencerte de nada. Cada uno tiene sus razones para amar y para odiar. Sólo intento hacerte ver que no todo es tan negro como hoy parece. Y hay muchos motivos para sentirse orgulloso de ser español. Más allá del deporte.
Si algo tiene España es un alto porcentaje de gente crítica (aunque tampoco lo parezca). A mucha gente (la inmensa mayoría) le importa el bien común y educa a sus hijos para sostener ese bien común.
Como bien dice el anuncio: Uno no se hace. Uno es.
Con la edad aprendí que yo soy del país que me permita criar en paz a mi hija (española a mucha honra). Y hoy por hoy, ese país es España. Toda España. Con sus diferencias que enriquecen. (aunque a algunos les cueste verlo).